Hace
muchos años, en pleno mes de diciembre, a escasos días de que comenzara la
navidad, una niña de tan sólo 7 años, cayó enferma. Llegaba una navidad un tanto triste para su
familia. La niña enfermó demasiado, y nadie sabía por qué. Los médicos les
decían a sus padres que lo que le sucedía era una simple envidia que le había
entrado a la pequeña, por el nacimiento de su nueva hermanita, Nerea, y que
sólo quería llamar la atención. La niña lo pasó verdaderamente mal durante un
tiempo, porque ninguna de sus amigas se preocupaba por ella y no iban a
visitarla para ver cómo se encontraba. A raíz de lo sucedido, cuando la niña
mejoró, gracias a que su madre rezaba constantemente para que su hija mejorase,
empezó a distanciarse de todos sus compañeros y amigos con los que había estado
desde la guardería, porque aunque fueran niños y ella lo supiera, podían haber
ido a verla igual que antes, cuando iban a jugar con ella. La niña comenzó a leer
más, y a ver más y más dibujitos, y empezó a creer en los cuentos de hadas,
pensando que algún día, sus sueños se podrían hacer realidad. Entonces, se le
ocurrió la gran idea de que podría hacer figuritas de esos dibujos que
imaginaba con cada libro que leía. Como en aquellos tiempos se llevaban mucho
las pulseritas de abalorios, la niña pensó que podría hacerlas con los
abalorios, pero nunca encontró la manera de poder hacerlas. Pasaron los años, y
no conseguía hacer los patrones de aquellas figuritas que tanto quería hacer, y
la niña cada vez se encontraba un poco más triste que el día anterior, pues el
sueño que tenía de poder hacerlas se esfumaba con cada día que fracasaba.
Más tarde, cuando la niña ya se
encontraba en plena adolescencia, le siguieron surgiendo varios problemas en
torno al instituto. Rondaba casi los 15 años, y su círculo de amistades se
había roto por completo, pero de repente, un día de clase cualquiera, apareció
una compañera y antigua amiga, trayendo en sus manos una figurita con las que
había estado soñando desde su infancia. Sintió mucha rabia e impotencia, porque
alguien con quien había compartido su sueño, se lo había arrebatado sin más. Tras
haber terminado el día de instituto, cuando volvía a casa triste y desolada,
mientras caminaba, se le apareció una pequeña mariposa, y se poso en su hombro.
Ella sonrió, y le comenzó a contar todo lo que últimamente le estaba pasando, y
las ganas que tenía de hacer esas figuritas. Entonces la mariposita le comenzó
a hablar a la pequeña, y ella asombrada, escuchó atentamente como la mariposita
le decía: “Aún estás a tiempo de poder hacer tus sueños realidad, no permitas
que otra persona intente arrebatarte tu felicidad”. A la niña se le encendió la
bombillita, y comenzó a imaginarse cómo las podía hacer. Puso todo su empeño, y
empezó a elaborar un perrito dálmata, a aladín, a pikachú, un caballito de mar,
la sirenita, y otros… pero de pronto, logró hacer a campanilla. Pues antes de
que la mariposita se hubiera marchado aleteando sus alas, le dijo mientras se
alejaba, que conseguiría hacer una pequeña personita con la que había soñado
encontrarse desde que tenía 5 años, pues bien, esa era campanilla. La misma
noche que consiguió hacer a campanilla con sus abalorios, empezó a llover.
Caían muchos relámpagos e incluso rayos, así que la niña se acostó pronto, pues
no le gustaban los relámpagos ni la luz que hacía que iluminase todo el pueblo
donde vivía. Esa misma noche, mientras ella dormía tranquilamente en su cama,
un rayo de luz iluminó todo el salón, donde se encontraban las figuritas, y así
fue como campanilla había cobrado vida, puesto que le había caído un pequeño
rayo. Más tarde, campanilla, con sus polvos mágicos hizo que todas las
figuritas cobraran vida. Desde entonces, a Nati le encanta hacer esas
figuritas, pues cree que gracias a aquella noche de lluvia intensa, descubrió
que posee una gran habilidad, y que puede hacer feliz a la gente que le rodea
regalándoles esas figuritas a todas las personas que la quieren y que ella
aprecia también. Además de hacer feliz a sus seres queridos, les saca una
sonrisa, hace que les de buena suerte, y aunque quizá no lo sepan, llevan
también un trocito del corazón de quien hace las figuritas.
Y así fue como la pequeña niña de 7 años,
con el paso de los años, consiguió lograr todos y cada uno de los sueños que
tenía.
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